jueves, 26 de noviembre de 2009

"De la simetría interplanetaria" - Julio Cortázar

This is very disgusting.
Donald Duck

Apenas desembarcado en el planeta Faros, me llevaron los farenses a conocer el ambiente físco, fitogeográfico, zoogeográfico, político-económico y nocturno de su ciudad capital que ellos llaman 956.
Los farenses son lo que aquí denominaríamos insectos; tienen altísimas patas de araña (suponiendo una araña verde, con pelos rígidos y excrecencias brillantes de donde nace un sonido continuado, semejante al de una flauta y que, musicalmente conducido, constituye su lenguaje); de sus ojos, manera de vestirse, sistemas políticos y procederes eróticos hablaré alguna otra vez. Creo que me querían mucho; les expliqué, mediante gestos universales, mi deseo de aprender su historia y costumbres; fui acogido con innegable simpatía.
Estuve tres semanas en 956; me bastó para descubrir que los farenses eran cultos, amaban las puestas de sol y los problemas de ingenio. Me faltaba conocer su religión, para lo cual solicité datos con los pocos vocablos que poseía -pronunciándolos a través de un silbato de hueso que fabriqué diestramente-. Me explicaron que profesaban el monoteísmo, que el sacerdocio no estaba aún del todo desprestigiado y que la ley moral les mandaba ser pasablemente buenos. El problema actual parecía consistir en Illi. Descubrí que Illi era un farense con pretensiones de acendrar la fe en los sistemas vasculares ("corazones" no sería morfológicamente exacto) y que estaba en camino de conseguirlo.
Me llevaron a un banquete que los distinguidos de 956 le ofrecieron a Ili. Encontré al heresiarca en lo alto de la pirámide (mesa, en Faros) comiendo y predicando. Lo escuchaban con atención, parecían adorarlo, mientras Illi hablaba y hablaba.
Yo no conseguía entender sino pocas palabras. A través de ellas me formé una alta idea de Illi. Repentinamente creí estar viviendo un anacronismo, haber retrocedido a las épocas terrestres en que se gestaban las religiones definitivas. Me acordé del Rabbi Jesús. También el Rabbi Jesús hablaba, comía y hablaba, mientras los demás lo escuchaban con atención y parecían adorarlo.
Pensé: "¿Y si éste fuera también Jesús? No es novedad la hipótesis de que bien podría el Hijo de Dios pasearse por los planetas convirtiendo a los universales. ¿Por qué iba a dedicarse con exclusiviad a la Tierra? Ya no estamos en la era geocéntrica; concedámosle el derecho a cumplir su dura misión en todas partes."
Illi seguía adoctrinando a los comensales. Más y más me pareció que aquel farense podía ser Jesús. "Qué tremenda tarea", pensé. "Y monótona, además. Lo que falta saber es si los seres reaccionan igualmente en todos lados. ¿Lo crucificarían en Marte, en Júpiter, en Plutón...?" Hombre de la Tierra, sentí nacerme una vergüenza retrospectiva. El Calvario era un estigma coterráneo, pero también una definición. Probablemente habíamos sido los únicos capaces de una villanía semejante ¡Clavar en un madero al hijo de Dios...!
Los farenses, para mi completa confusión, aumentaban las muestras de su cariño; prosternados (no intentaré describir el aspecto que tenían) adoraban al maestro. De pronto, me pareció que Illi levantaba todas las patas a la vez (y las patas de un farense son diecisiete). Se crispó en el aire y cayó de golpe sobre la punta de la pirámide (la mesa). Instantáneamente quedó negro y callado; pregunté, y me dijeron que estaba muerto.
Parece que le habían puesto veneno en la comida.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

"Acerca de nada" - Isaac Asimov

Toda la Tierra aguardaba a que el pequeño agujero negro la arrastrara hasta su fin. Había sido descubierto por el profesor Jerome Hieronymus a través del telescopio lunar en 2125, y a todas luces iba a acercarse lo suficiente como para crear una marea de destrucción total.
Toda la Tierra hizo testamento, y la gente lloró, los unos en los hombros de los otros, diciéndose «Adiós, adiós, adiós». Los maridos dijeron adiós a sus mujeres, los hermanos dijeron adiós a sus hermanas, los padres dijeron adiós a sus hijos, los amos dijeron adiós a sus animalitos de compañía, y los amantes se susurraron adiós al oído.
Sin embargo, a medida que el agujero negro se acercaba, Hieronymus notó que no había efecto gravitatorio. Lo estudió más atentamente y anunció, con una risita, que después de todo no se trataba en absoluto de un agujero negro.

-No es nada -dijo-. Simplemente un asteroide vulgar al que alguien pintó de negro.

Fue muerto por una multitud enfurecida, pero no por eso. Fue muerto tan sólo después de que anunciara públicamente que iba a escribir una gran y emocionante obra acerca del episodio. Dijo:

-La titularé "Mucho adiós acerca de nada".

Toda la humanidad aplaudió su muerte.

martes, 24 de noviembre de 2009

"En busca del tiempo perdido" - M. Proust

Sin duda es fácil imaginar, en una ilusión análoga a la que uniforma todas las cosas en el horizonte, que todas las revoluciones que han tenido lugar hasta ahora en la pintura o en la música respetan de todos modos ciertas reglas, y que lo que está directamente ante nosotros, impresionismo, busca de la disonancia, empleo exclusivo de la gama china, cubismo, futurismo, difiere atrozmente de todo lo que le ha precedido. Y es que lo que le ha precedido es considerado sin tener en cuenta que una larga asimilación lo ha convertido para nosotros en materia variada sin duda, pero en suma homogénea, una materia en la que Hugo se acerca a Molière. Pensemos sólo en los chocantes disparates que nos presentaría, si no tuviéramos en cuenta el tiempo por venir y los cambios que trae, cualquier horóscopo de nuestra edad madura, hecho para nosotros en la adolescencia. Pero no todos los horóscopos son verdaderos, y ser obligado por una obra de arte a hacer entrar en el total de su belleza el factor del tiempo, mezcla nuestro juicio algo tan azaroso y, por lo tanto, desprovisto de interés verdadero, como toda profecía cuya no realización no implica en modo alguno la mediocridad del profeta, porque lo que llama a la existencia de los posibles o los excluye no es forzosamente de la competencia del genio; podemos haberlo tenido y no haber creído en el porvenir del ferrocarril, ni de los aviones, o siendo un gran psicólogo, en la lealtad de una querida o de un amigo, cuyas traiciones hubieran sido previstas por los más mediocres.

miércoles, 28 de octubre de 2009

"S'i' fosse fuoco" - Cecco Angiolieri

Si fuera fuego, quemaría el mundo;
si fuera viento, lo arrasaría;
si fuera agua, lo ahogaría;
si fuera Dios, lo hundiría;

si fuera papa, estaría contento
pues molestaría a todos los cristianos;
si fuera emperador, ¿sabes qué haría?:
les cortaría la cabeza a todos.

Si fuera la muerte, buscaría a mi padre;
si fuera la vida, le rehuiría:
lo mismo haría con mi madre.

Si fuera Cecco, como soy y fui,
tomaría a las mujeres jóvenes y bellas:
les dejaría a los demás las viejas y feas.

La traducción es de Oreste Frattoni. Quizás es demasiado "conocido" este soneto, al menos para los que han estudiado la literatura neolatina, pero me resulta muy interesante el hecho de que éste es un botón de muestra del llamado "Dolce Stil Novo" de fines del siglo XIII, menos dulce que maldito. Se supone que en italia todoalumno de secundario puede repetir éste poema de memoria. Aquí abajo, el original:

S'i' fosse fuoco, arderei 'l mondo.
S'i' fosse fuoco, arderei 'l mondo;
s'i' fosse vento, lo tempestarei;
s'i' fosse acqua, i' l'annegherei;
s'i' fosse Dio, mandereil' en profondo;

s'i' fosse papa, allor serei giocondo,
ché tutti cristiani imbrigarei;
s'i' fosse 'mperator, ben lo farei:
a tutti tagliarei lo capo a tondo.

S'i' fosse morte, andarei a mi' padre,
s'i' fosse vita, non starei con lui:
similemente faria da mi' madre.

S'i' fosse Cecco, com' i' sono e fui,
torrei le donne giovani e leggiadre:
le zoppe e vecchie lasserei altrui.

martes, 15 de septiembre de 2009

"Barry Lyndon" - William M. Thackeray

Cuando cayó mi querido amigo Fagan, otro capitán, muy amigo suyo, se volvió al teniente Rawson y le dijo:
- Fagan ha caído. Rawson, ahí tiene a su compañía.
Fue todo el epitafio de mi valiente defensor.
-Tendría que haberte dejado cien guineas- fueron las últimas palabras que me dijo-, pero anoche tuve mala suerte y perdí todo el dinero.
Me dio entonces un débil apretón de manos. Después, como se diera la orden de avanzar, le abandoné. Cuando regresamos a nuestras viejas posiciones, estaba allí, en silencio; había muerto. Algunos de nuestros soldados ya le habían quitado sus charreteras y habían saqueado todo lo que pudieron. ¡Así de esclavos y rufianes son los hombres que participan en la guerra! Para los caballeros resulta agradable hablar de la época de la caballería; pero hay que recordar a los brutos muertos de hambre a los que dirigen..., hombres criados en la pobreza, completamente ignorantes, hechos para enorgullecerse de hazañas de sangre, hombres que no encuentran más diversión que la bebida, la seducción y el saqueo. Es con estos instrumentos tan asombrosos con los que los grandes guerreros y reyes han estado realizando su asesina tarea en el mundo. Y mientras que, por ejemplo, admiramos a Federico el Grande, como le llamamos, y su filosofía, y su liberalidad, y su genio militar, yo, que le he servido y que he estado, como estuve, tras las escenas de las que está compuesto el espectáculo, sólo puedo mirarlo con horror.
¡Qué cantidad de actos humanos de delito, miseria, esclavitud, se sintetizan en una sola palabra: gloria! Puedo recordar un día, unas tres semanas después de la batalla de Minden, en una granja en la que entramos algunos de nosotros, cómo la vieja de la casa y sus hijas nos sirvieron el vino, temblando, y cómo nos emborrachamos y prendimos fuego a la casa. ¡Pobre y miserable tipo, que llegó demasiado tarde para proteger su casa y su familia!

jueves, 27 de agosto de 2009

"Juan Raro" - Olaf Stapledon

El Skid cruzó el Ecuador e inició la exploración sistemática de los mares del Sur. Al cabo de algunas semanas, descubrió una isla conveniente, aunque diminuta. Estaba situada en e! interior de! ángulo formado por las rutas que, partiendo de Nueva Zelanda, se dirigen respectivamente a Panamá y al cabo de Hornos. Este descubrimiento fue realmente afortunado, casi providencial, pues la isla no figuraba en ningún mapa, y parecía haber surgido a la superficie en los últimos veinte años. No había en ella animales mamíferos ni reptiles, y la vegetación era aún escasa y uniforme. Sin embargo, estaba habitada. Un pequeño grupo de indígenas vivía allí de la pesca. De su hogar original habían traído plantas y árboles.

Nada supe de estos indígenas hasta que, mucho más tarde, visité la colonia.

- Eran criaturas sencillas y atractivas -me dijo Juan-, pero por supuesto, no podíamos permitir que nos molestaran. Hubiésemos podido, quizá, destruir sus recuerdos de la isla y de nosotros, y luego trasladarlos. Pero nuestra técnica para provocar el olvido era aún, a pesar de las enseñanzas de Langatsé, muy imperfecta. Además, ¿dónde podíamos dejar a los nativos sin encender la curiosidad de la gente? Si se quedaban en la isla, por otra parte, estorbarían nuestra obra, y les causaríamos un enorme daño espiritual. Decidimos, por lo tanto, destruirlos mediante cierta técnica hipnótica (o magia, si prefieres) que en aquellas mentes religiosas no podía fracasar. Los nativos nos habían recibido con una fiesta, a la que siguieron algunas danzas rituales. Cuando la excitación llegó a su clímax, Lo bailó para ellos. Y luego les dije, en su propio idioma, que éramos dioses, que necesitábamos la isla, y que debían levantar una pira funeraria, acostarse en ella, y morir contentos y felices. Así lo hicieron, hombres, mujeres y niños.

No puedo defender esta acción, pero señalaré que, si los invasores hubiesen pertenecido a la especie normal, habrían bautizado sin duda a los nativos, distribuyendo entre ellos libros devotos, ropas europeas, ron y un sinnúmero de enfermedades, y luego de haberlos esclavizado económicamente, habrían aplastado sus espíritus exhibiendo la superioridad trivial del hombre blanco. Por fin, cuando todos hubiesen muerto a causa del desaliento o la bebida, habrían llorado sobre sus tumbas.

jueves, 11 de junio de 2009

"Niebla" - M. de Unamuno

–Pero ¿te has metido a escribir una novela?
–¿Y qué quieres que hiciese?
–¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?
–Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo.
–¿Y cómo es eso?
–Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué pacer, pero sentía ansia de hacer algo, una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me dije: voy a escribir una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá. Me senté, cogí unas cuartillas y empecé lo primero que se me ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin plan alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo.
–Sí, como el mío.
–No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar.
–¿Y hay psicología?, ¿descripciones?
–Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada.
–Eso te lo habrá insinuado Elena, ¿eh?
–¿Por qué?
–Porque una vez que me pidió una novela para matar el tiempo, recuerdo que me dijo que tuviese mucho diálogo y muy cortado.
–Sí, cuando en una que lee se encuentra con largas descripciones, sermones o relatos, los salta diciendo: ¡paja!, ¡paja!, ¡paja! Para ella sólo el diálogo no es paja. Y ya ves tú, puede muy bien repartirse un sermón en un diálogo...
–¿Y por qué será esto?...
–Pues porque a la gente le gusta la conversación por la conversación misma, aunque no diga nada. Hay quien no resiste un discurso de media hora y se está tres horas charlando en un café. Es el encanto de la conversación, de hablar por hablar, del hablar roto a interrumpido.
–También a mí el tono de discurso me carga...
–Sí, es la complacencia del hombre en el habla, y en el habla viva... Y sobre todo que parezca que el autor no dice las cosas por sí, no nos molesta con su personalidad, con su yo satánico. Aunque, por supuesto, todo lo que digan mis personajes lo digo yo...
–Eso pasta cierto punto...
–¿Cómo hasta cierto punto?
–Sí, que empezarás creyendo que los llevas tú, de tu mano, y es fácil que acabes convenciéndote de que son ellos los que te llevan. Es muy frecuente que un autor acabe por ser juguete de sus ficciones...
–Tal vez, pero el caso es que en esa novela pienso meter todo lo que se me ocurra, sea como fuere.
–Pues acabará no siendo novela.
–No, será... será... nivola.
–Y ¿qué es eso, qué es nivola?
–Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una vez le llevó a don Eduardo Benoit, para leérselo, un soneto que estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es soneto! ...» «No, señor –le contestó Machado–, no es soneto, es... sonite. » Pues así con mi novela, no va a ser novela, sino... ¿cómo dije?, navilo... nebulo, no, no, nivola, eso es, ¡nivola! Así nadie tendrá derecho a decir que deroga las leyes de su género... Invento el género, a inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place. ¡Y mucho diálogo!
–¿Y cuando un personaje se queda solo?
–Entonces... un monólogo. Y para que parezca algo así como un diálogo invento un perro a quien el personaje se dirige.
–¿Sabes, Víctor, que se me antoja que me estás inventando?...
–¡Puede ser!

"¿Qué es un autor?" - M. Foucault

"...En una palabra, el nombre de autor funciona para caracterizar un cierto modo de ser del discurso: para un discurso, el hecho de tener un nombre de autor, el hecho de poder decir “esto fue escrito por Fulano de Tal”, “Fulano de Tal es el autor de esto”, indica que dicho discurso no es una palabra cotidiana, indiferente, una palabra que se va, que flota y pasa, una palabra que puede consumirse inmediatamente, sino que se trata de una palabra que debe recibirse de cierto modo y que debe recibir, en una cultura dada, un cierto estatuto. Se llegará finalmente a la idea de que el nombre de autor no va, como el nombre propio, del interior de un discurso al individuo real y exterior que lo produjo, sino que corre, en cierto modo, en el límite de los textos, los recorta, sigue sus aristas, manifiesta su modo de ser o, al menos lo caracteriza. Manifiesta el acontecimiento de un cierto conjunto del discurso, y se refiere al estatuto de este discurso en el interior de una sociedad y en el interior de una cultura. El nombre de autor no se sitúa en el estado civil de los hombres, ni se sitúa tampoco en la ficción de la obra, se sitúa en la ruptura que instaura un cierto grupo del discurso y su modo de ser singular. Podría decirse, por consiguiente, que en una civilización como la nuestra hay un cierto número de discursos dotados de la función de “autor” mientras que otros están desprovistos de ella. Una carta privada puede muy bien tener un signatario, pero no tiene autor; un contrato puede tener un fiador, pero no tiene autor. Un texto anónimo que se lee en la calle sobre un muro tendrá un redactor, pero no tendrá un autor. La función autor es, entonces, característica del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad."

lunes, 18 de mayo de 2009

"Don Quijote de la Mancha" - Miguel de Cervantes

En esto, parece ser, o que el frío de la mañana que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fue cosa natural - que es lo que más se debe creer-, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible. Y así, lo que hizo fue soltar la mano que tenía asida al arzón trasero, con la cual, bonitamente y sin rumor alguno, se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían, sin ayuda de otra alguna, y en quitándosela, dieron luego abajo, y se le quedaron como grillos. Tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo, y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto - que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia- le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo así el aliento todo cuando podía. Pero, con todas estas diligencias fue tan desdichado que, al cabo al cabo, vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote, y dijo:
- ¿Qué rumor es ese, Sancho?
- No sé, señor - respondió él-. Alguna cosa nueva debe de ser; que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.
Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien, que, sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo excusar de que algunos no llegasen a sus narices. Y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándoselas entre los dos dedos, y, con tono algo gangoso, dijo: ,
- Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.
- Sí tengo -respondió Sancho-; mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?
- En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar - respondió don Quijote.
- Bien podrá ser - dijo Sancho-, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.
- Retírate tres o cuatro allá, amigo - dijo don Quijote, todo esto sin quitarse los dedos de las narices-, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio.
- Apostaré - replicó Sancho- que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba.
- Peor es meneallo, amigo Sancho - respondió don Quijote.

miércoles, 11 de marzo de 2009

"En Busca Del Tiempo Perdido" - M. Proust

Cuántas veces después de ese día, en mis paseos del lado de Guermantes, me pareció aún más desolador que antes no tener disposición para las letras, tener que renunciar para siempre a ser un escritor célebre. La pena que sentía, cuando me demoraba un poco para soñar apartado, me hacía sufrir tanto que, para no sentirla, espontáneamente y por una especie de inhibición ante el dolor, mi alma cesaba enteramente de pensar en los versos, en las novelas, en un porvenir poético sobre el cual mi falta de talento me prohibía contar. Entonces, aparte de todas aquellas preocupaciones literarias, sin tener nada que ver con ellas, de pronto un techo, el reflejo del sol sobre una piedra, el olor de un camino me hacían detener por el placer particular que me daban, y también porque tenían el aire de ocultar, más allá de lo que yo veía, alguna cosa que me invitaba a tomar y que pese a mis esfuerzos yo no lograba descubrir. Como yo sentía que se encontraba en ellos, permanecía allí inmóvil, mirando, respirando, procurando llegar con el pensamiento más allá dela imagen o del olor. Y si tenía que alcanzar a mi abuelo, seguir mi camino, procuraba volver a encontrar esa cosa cerrando los ojos; procuraba recordar exactamente la línea del techo, el matiz de la piedra que, sin que yo pudiera comprender por qué, me habían parecido llenos de algo, dispuestos a entreabrirse, a entregarme aquello de lo que sólo eran un estuche.

domingo, 1 de febrero de 2009

"La Cólera de un Particular" - Anónimo

El Rey de T’sin mandó decir al Príncipe de Ngan-ling:

-A cambio de tu tierra quiero darte otra diez veces más grande. Te ruego que accedas a mi demanda.

El Príncipe contestó:

-El Rey me hace un gran honor y una oferta ventajosa. Pero he recibido mi tierra de mis antepasados príncipes y desearía conservarla hasta el fin. No puedo consentir en ese cambio.

El Rey se enojó mucho, y el Príncipe le mandó a T’ang Tsu de embajador. El Rey le dijo:

-El Príncipe no ha querido cambiar su tierra por otra diez veces más grande. Si tu amo conserva su pequeño feudo, cuando yo he destruido a grandes países, es porque hasta ahora lo he considerado un hombre venerable y no me he ocupado de él. Pero si ahora rechaza su propia conveniencia, realmente se burla de mí.

T'ang Tsu respondió:

-No es eso. El Príncipe quiere conservar la heredad de sus abuelos. Así le ofrecieras un territorio veinte veces, y no diez veces más grande, igualmente se negaría.

El Rey se enfureció y dijo a T’ang Tsu:

-¿Sabes lo que es la cólera de un rey?

-No -dijo T’ang Tsu.

-Son millones de cadáveres y la sangre que corre como un río en mil leguas a la redonda -dijo el Rey.

T’ang Tsu preguntó entonces:

-¿Sabe Vuestra Majestad lo que es la cólera de un simple particular?

Dijo el Rey:

-¿La cólera de un particular? Es perder las insignias de su dignidad y marchar descalzo golpeando el suelo con la cabeza.

-No -dijo T'ang Tsu- esa es la cólera de un hombre mediocre, no la de un hombre de valor. Cuando un hombre de valor se ve obligado a encolerizarse, como cadáveres aquí no hay más que dos, la sangre corre apenas a cinco pasos. Y, sin embargo, China entera se viste de luto. Hoy es ese día.

Y se levantó, desenvainando la espada.

El Rey se demudó, saludó humildemente y dijo:

-Maestro, vuelve a sentarte. ¿Para qué llegar a esto? He comprendido.

jueves, 20 de noviembre de 2008

"Protopoema" - José Saramago

Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hilo que me aparece suelto.
Lo libero poco a poco, con miedo de que se deshaga entre mis dedos.
Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno, y tiene la blandura caliente del lodo vivo.
Es un río.
Me corre entre las manos, ahora mojadas. Toda el agua me pasa por entre las palmas abiertas, y de pronto no sé si las aguas nacen de mí o hacia mí fluyen.
Sigo tirando, no ya sólo memoria, sino el propio cuerpo del río.
Sobre mi piel navegan barcos, y soy también los barcos y el cielo que los cubre y los altos chopos que lentamente se deslizan sobre la película luminosa de los ojos.
Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas como las llamadas imprecisas de la memoria.
Siento la fuerza de los brazos y la vara que los prolonga.
Al fondo del río y de mí, baja como un lento y firme latir del corazón.
Ahora el cielo está más cerca y cambió de color.
Y todo él es verde y sonoro porque de rama en rama despierta el canto de las aves.
Y cuando en un ancho espacio el barco se detiene, mi cuerpo desnudo brilla bajo el sol, entre el esplendor mayor que enciende la superficie de las aguas.
Allí se funden en una sola verdad los recuerdos confusos de la memoria y el bulto súbitamente anunciado del futuro.
Un ave sin nombre baja de no sé dónde y va a posarse callada sobre la proa rigurosa del barco.
Inmóvil, espero que toda el agua se bañe de azul y que las aves digan en las ramas por qué son altos los chopos y rumorosas sus hojas.
Entonces, cuerpo de barco y de río en la dimensión del hombre, sigo adelante hasta el dorado remanso que las espadas verticales circundan.
Allí, tres palmos enterraré mi vara hasta la piedra viva.
Habrá un silencio primordial cuando las manos se junten con las manos.
Después lo sabré todo.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

"La Verdad Sobre Los Ovnis"

Y ahí están. Espiándonos.

Nunca me gustaron las moscas. Sentí siempre una especie de aversión a ellas. Yo soy una mente superior y hoy, con mi súpercerebro hipersensorial he descubierto la raíz de ésa aversión.

Siempre creímos que las moscas eran pequeños insectos que tenían un montón de ojos y que gustaban de posar sobre la caca. Pero la Fortuna me ha puesto en éste mundo decadente para develar éste secreto: las moscas son naves extraterrestres que están llenas de diminutos e infames seres de otro planeta. Y ahí están. Espiándonos. Estudiándonos a fondo para tratar de, algún día, conquistar el mundo imperdonable que tan desatinadamente hemos forjado.

Sí. Y vosotros, simples humanoides, las miman, les envenenan sus circuitos ultradesarrollados y luego las acarician y besan. A los ovnis.

En éste preciso momento una nave extraterrestre me ha descubierto escribiendo secretos reveladores sobre sus verdaderas identidades y se acerca peligrosamente. Pero no, pero no, no volveré a caer mientras me cobijen mis amigos los sapos. Yo tengo un sapo que se llama Robertito que se come a los ovnis y en su estómago los azota con sus intestinos y les tira ácidos que destruyen sus circuitos híperavanzados, pero ya no sirve porque noto que se le seca la lengua y que el ovni (volá, volá) intenta sacarme de mis magistrales pensamientos.

Por eso seguiré hasta el fin con la misión que me fue encomendada por San Guchito: Destruir a las naves extraterrestres que se hacen llamar moscas. Retomaré contacto si sobrevivo. Cambio y fuera.

martes, 16 de septiembre de 2008

"Observe a su gato" - Desmond Morris

Las luchas de gatos en estado salvaje son una verdadera rareza porque lo que sobra es espacio. Pero en las áreas urbanas y suburbanas, más atestadas, los territorios felinos se juntan y con frecuencia se superponen. Esto significa que frecuentemente se dan peleas y serios duelos físicos, sobre todo entre machos rivales. De vez en cuando quedan cuerpos muertos o se producen serias heridas como resultado de dichas peleas.
El objetivo primario de un gato al atacar es propinar a su rival un mortal mordisco en el cuello, empleando en gran parte la misma técnica que cuando mata a una presa. Dado que su oponente tiene más o menos el mismo tamaño y la misma fuerza, este mordisco fatal raramente se produce. Por lo mismo, el rival, por más miedoso y cobarde que sea se defiende de manera que es casi imposible lograr un auténtico mordisco en la garganta. Lo que debemos recordar aquí es que, incluso el individuo más salvaje y dominante, cuando se lanza por su fiero instinto al ataque, en su interior teme los resultados de “luchar hasta las últimas consecuencias”. Si le acorralan, el
más débil lo intenta todo, lanza sus aguzadas garras, hiere si es posible al gato dominante de una forma que pueda suponer una seria amenaza para sus futuros éxitos venatorios y, por lo tanto, para su auténtica supervivencia.
Por ello, incluso un atacante extremista muestra cierto miedo en su agresión al llegar el golpetazo final del contacto físico.
Una típica batalla se desarrolla de la forma siguiente: el animal dominante localiza a un rival y se aproxima a él adoptando una característica postura de amenaza, caminando sobre sus patas estiradas por completo para parecer, de repente, mayor de lo que es. Este efecto se consigue además erizando los pelos del lomo. Dado que las cerdas son más largas hacia la parte de atrás del animal al encresparse la línea de su lomo sube hacia la cola. Esto confiere al gato atacante una silueta que es exactamente la contraria de la forma agazapada del rival más débil, cuya parte posterior se mantiene baja casi pegada al suelo. Mostrando la zona posterior de sus orejas y aullando, gruñendo y refunfuñando, el atacante avanza en cámara lenta, observando cualquier reacción repentina de su encogido enemigo. Los ruidos que hace son sobrecogedoramente hostiles, y resulta difícil comprender cómo a una actitud tan marcadamente agresiva se le haya podido calificar de “maullidos de amor” del gato macho. Sólo cabe preguntarnos cómo será la vida amorosa de las personas que inventaron ese nombre. Huelga decir que no tiene nada que ver con el auténtico cortejo del gato. Cuando el gato atacante llega muy cerca de su rival, realiza un movimiento extraño, pero altamente característico, tuerce la cabeza. A un metro de distancia alza levemente la testa y la tuerce hacia un lado, sin perder de vista al enemigo. Luego el atacante da un paso lento hacia delante y ladea de nuevo la cabeza hacia la otra parte. Esto suele repetirse varias veces y parece ser un amago del inminente mordisco en la garganta, como si dijese con la cabeza ladeada y en posición de morder: esto es lo que te espera.
En otras palabras, el atacante lleva a cabo la “intención de movimiento” del típico asalto de la especie. Si dos gatos de igual categoría o rango se encuentran y se amenazan mutuamente, puede transcurrir largo rato de punto muerto, con cada uno de los animales llevando a cabo exactamente la misma aproximación hostil, como si estuviesen delante de un espejo. Cuanto más se acercan, más lentos y breves se hacen sus movimientos, hasta que en un momento dado se inmovilizan, y esta paralización puede prolongarse durante muchos minutos. Durante todo el tiempo continuarán exhalando sus penetrantes maullidos y gemidos, pero ni uno ni otro está dispuesto a capitular. Llegado el momento, pueden separarse en un movimiento
increíblemente lento. Incrementar su velocidad sería tanto como admitir su debilidad, y ello llevaría a un inmediato ataque del rival, por lo que ambos se retiran con unos movimientos casi imperceptibles para mantener su rango. Si esas amenazas y contraamenazas desembocan en una pelea seria, todo comienza con una arremetida por parte de uno de los adversarios intentando un mordisco a la garganta. Cuando sucede esto, el adversario gira instantáneamente en redondo y se defiende con sus propias fauces, mientras golpea al mismo tiempo con sus patas delanteras, que se traban con las garras delanteras del contrario, al tiempo que se propinan salvajes coces con sus potentes patas traseras. Éste es el momento en que, literalmente se arma una tremolina impresionante, y los maullidos dan paso a fuertes chillidos, y los dos animales ruedan, se enzarzan, se muerden, se clavan las garras y se cocean. Esta fase no dura mucho. Es demasiado intensa. Los rivales se apresuran a separarse y prosiguen sus exhibiciones de amenaza, mirándose mutuamente y gruñéndose de nuevo. Se repite entonces el asalto, tal vez varias veces, hasta que, finalmente, uno de los dos se rinde y se echa al suelo con las orejas por completo aplastadas. Éste es el momento en que el vencedor realiza otra exhibición muy característica. Se vuelve en ángulo recto hacia el perdedor y, con gran concentración, empieza a olisquear el suelo, como si exactamente en aquel momento se hubiese depositado allí un olor irresistiblemente delicioso. El animal se concentra tanto en ese olisqueo que, de no tratarse de un rasgo peculiar de todas las peleas, tendría la apariencia de una auténtica verificación de olores. Pero se trata sólo de un acto ritual, de una exhibición de victoria que señala al rival perdedor que se ha aceptado su sumisión y su derrota y que la batalla ha terminado. Después del olisqueo ritual, el vencedor se aleja lentamente y al cabo de un corto intervalo, el que ha sido vencido se aleja más de prisa hasta un lugar seguro.
No todas las peleas se llevan a cabo con tanta intensidad. Las disputas más suaves se zanjan “rozando las garras”, momento en que los rivales se golpean mutuamente con las manos extendidas. Al pegar en la cabeza del rival de esta manera son capaces de zanjar sus diferencias sin practicar todo el ritual de una riña de gatos y sin la saña que hemos descrito más arriba.

martes, 2 de septiembre de 2008

"Libro de los Seres Imaginarios" - J. L. Borges

DOS ANIMALES METAFÍSICOS

El problema del origen de las ideas agrega dos curiosas criaturas a la zoología fantástica. Una fue imaginada al promediar el siglo XVIII; la otra, un siglo después. La primera es la "estatua sensible" de Condillac. Descartes profesó la doctrina de las ideas innatas; Etienne Bonnot de Condillac, para refutarlo, imaginó una estatua de mármol, organizada y conformada como el cuerpo de un hombre, y habitación de un alma que nunca hubiera percibido o pensado. Condillac empieza por conferir un solo sentido a la estatua: el olfativo, quizá el menos complejo de todos. Un olor a jazmín es el principio de la biografía de la estatua; por un instante, no habrá sino ese olor en el universo, mejor dicho, ese olor será el universo, que, un instante después, será olor a rosa, y después a clavel. Que en la conciencia de la estatua haya un olor único, y ya tendremos la atención; que perdure un olor cuando haya cesado el estímulo, y tendremos la memoria; que una impresión actual y una del pasado ocupen la atención de la estatua, y tendremos la comparación; que la estatua perciba analogías y diferencias, y tendremos el juicio; que la comparación y el juicio ocurran de nuevo, y tendremos la reflexión; que un recuerdo agradable sea más vívido que una impresión desagradable, y tendremos la imaginación. Engendradas las facultades del entendimiento, las facultades de la voluntad surgirán después: amor y odio (atracción y aversión), esperanza y miedo. La conciencia de haber atravesado muchos estados dará a la estatua la noción abstracta de número; la de ser olor a clavel y haber sido olor a jazmín, la noción del yo. El autor conferirá después a su hombre hipotético la audición, la gustación, la visión y por fin el tacto. Este último sentido le revelará que existe el espacio y que en el espacio, él está en un cuerpo; los sonidos, los olores y los colores le habían parecido, antes de esa etapa, simples variaciones o modificaciones de su conciencia. La alegoría que acabamos de referir se titula Traité des sensations y es de 1754; para esta noticia, hemos utilizado el tomo segundo de la Histoire de la philosophie de Bréhier. La otra criatura suscitada por el problema del conocimiento es el "animal hipotético" de Lotze. Más solitario que la estatua que huele rosas y que finalmente es un hombre, este animal no tiene en la piel sino un punto sensible y movible, en la extremidad de una antena. Su conformación le prohíbe, como se ve, las percepciones simultáneas. Lotze piensa que la capacidad de retraer o proyectar su antena sensible bastará para que el casi incomunicado animal descubra el mundo externo (sin el socorro de las categorías kantianas) y distinga un objeto estacionario de un objeto móvil. Esta ficción ha sido alabada por Vaihinger; la registra la obra Medizinische Psychologie, que es de 1852.

"Libro de los Seres Imaginarios" - J. L. Borges

UN ANIMAL SOÑADO POR C. S. LEWIS

"El canto era fuerte ya, y la espesura muy densa, de manera que no podía ver casi a un metro delante de él, cuando la música cesó súbitamente. Oyó un ruido de maleza que se rompe. Se dirigió rápidamente en aquella dirección, pero no vio nada. Había casi decidido abandonar su búsqueda cuando el canto recomenzó un poco más lejano. De nuevo se dirigió hacia él; de nuevo el que cantaba guardó silencio y lo evadió. Llevaría más de una hora jugando a esta especie de escondite cuando su esfuerzo fue recompensado.
Avanzó cautelosamente en dirección a uno de estos cantos fuertes, vio finalmente a través de las ramas floridas una forma negra. Deteniéndose cuando dejaba de cantar, y avanzando de nuevo con cautela cuando reanudaba el canto, la siguió durante diez minutos. Finalmente tuvo al cantor delante de los ojos, ignorando que era espiado. Estaba sentado, erecto como un
perro, y era negro, liso y brillante; sus hombros llegaban a la altura de la cabeza de Ransom; las patas delanteras sobre las que estaba apoyado eran como árboles jóvenes, y las pezuñas que descansaban en el suelo eran anchas como las de un camello. El enorme vientre redondo era blanco, y por encima de sus hombros se elevaba, muy alto, un cuello como de caballo.

Desde donde estaba, Ransom veía su cabeza de perfil; la boca abierta lanzaba aquella especie de canto de alegría, y el canto hacía vibrar casi visiblemente su lustrosa garganta. Miró maravillado aquellos ojos húmedos, aquellas sensuales ventanas de su nariz. Entonces el animal se detuvo, lo vio y se alejó, deteniéndose a los pocos pasos, sobre sus cuatro patas, no de menor talla que un elefante joven, meneando una larga cola peluda. Era el primer ser de Perelandra que parecía mostrar cierto temor al hombre. Pero no era miedo. Cuando lo llamó se acercó a él. Puso su belfo de terciopelo sobre su mano y soportó su contacto; pero casi inmediatamente volvió a alejarse. Inclinando el largo cuello, se detuvo y apoyó la cabeza entre las patas. Ransom vio que no sacaría nada de él, y cuando al fin se alejó, perdiéndose de vista, no lo siguió. Hacerlo le hubiera parecido una injuria a su timidez, a la sumisa suavidad de su expresión, a su evidente deseo de ser para siempre un sonido y sólo un sonido, en la espesura central de aquellos bosques inexplorados. Ransom prosiguió su camino; unos segundos más tarde, el sonido empezó de nuevo detrás de él, más fuerte y más bello que nunca, como un canto de alegría por su recobrada libertad.

"Las bestias de esta especie no tienen leche, y, cuando paren, sus crías son amamantadas por una hembra de otra especie. Es una bestia grande y bella, y muda, y hasta que la bestia que canta es destetada vive entre sus cachorros y está sujeta a ella. Pero cuando ha crecido se convierte en el animal más delicado y glorioso de todos los animales y se aleja de ella. Y ella se admira de su canto"...


C. S. Lewis Perelandra, 1949

sábado, 16 de agosto de 2008

“Las Tres Ecologías” – Félix Guattari

De la misma manera que en otras épocas el teatro griego, el amor cortés o las novelas de caballerías se impusieron como modelo, o más bien como módulo de subjetivación, hoy el freudismo sigue habituando nuestras formas de sostener la existencia de la sexualidad, de la infancia, de la neurosis… Así pues, aquí no pretendemos “superar” o liquidar definitivamente el hecho freudiano, sino reorientar sus conceptos y prácticas para hacer otro uso de ellos, para desenraizarlos de sus ataduras preestructuralistas en una subjetividad totalmente anclada en el pasado individual y colectivo. En adelante, lo que estará a la orden del día es la liberación de campos de virtualidad “futuristas” y “constructivistas”. El inconsciente sólo permanece aferrado a fijaciones arcaicas en la medida en que ningún comportamiento tire de él hacia el futuro. Esta tensión existencial se realizará por medio de temporalidades humanas y no humanas, por éstas últimas entiendo el desplegamiento o, si se quiere, el despliegue, de devenires animales, de devenires vegetales, cósmicos, pero también de devenires maquínicos, correlativos de la aceleración de las revoluciones tecnológicas e informáticas (así es como vemos desarrollarse ante nuestros ojos la expansión de prodigiosa de una subjetividad asistida por computadora). A esto hay que añadir que conviene no olvidar las dimensiones institucionales y de clase social que regulan la formación y el “teledirigismo” de los individuos y de los grupos humanos.

En resumen, ¡las ilusiones fantasmáticas y míticas del psicoanálisis deben ser representadas y desbaratadas y no cultivadas y conservadas como jardines a la francesa! Desgraciadamente, los psicoanalistas de hoy en día, más aún que los de ayer, se escudan en lo que podríamos llamar una “estructuralización” de los complejos inconscientes. En su teorización, eso conduce a un dogmatismo insoportable y, en su práctica, eso desemboca en un empobrecimiento de sus intervenciones, en estereotipos que los hacen impermeables a la alteridad singular de sus pacientes.

miércoles, 6 de agosto de 2008

"Las Ciudades Invisibles" - Italo Calvino

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
-¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? - pregunta Kublai Kan.
-El puente no está sostenido por esta o aquella piedra -responde Marco- sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade: -¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que importa.
Polo responde: -Sin piedras no hay arco.


miércoles, 30 de julio de 2008

"Silla" - J. Saramago

Nosotros, hombres, somos frágiles, pero, en verdad, tenemos que ayudar a nuestra propia muerte. Es quizá una cuestión de honor nuestra: no quedarnos así, inermes, entregados; dar de nosotros cualquier cosa, o, si no, ¿para qué serviría estar en el mundo? La cuchilla de la guillotina corta, pero ¿quién pone el cuello? El condenado. Las balas de los fusiles perforan, pero ¿quién da el pecho? El fusilado. La muerte tiene esta peculiar belleza de ser tan clara como una demostración matemática, tan simple como unir con una línea dos puntos, siempre que ésta no exceda el largo de la regla.

viernes, 18 de julio de 2008

"Política y cultura a finales del siglo XX" - Noam Chomsky

Hay una vieja organización llamada los wobblies de Estados Unidos, el movimiento obrero anarquista. Allá por la década de los veinte, un viejo militante de este movimiento decía que uno de sus lemas favoritos era: "La prensa nos ha dicho que todo va muy bien, pero nosotros no tenemos ninguna oportunidad de consultar con los vecinos para comprobar si la prensa dice la verdad". Ésta es la cuestión crucial. Si la gente puede consultar a sus vecinos para llegar a saber más, mientras la prensa cuenta una y otra vez cómo es la historia, no hay peligro alguno. Y los amos se dan cuenta de ello igual que todos los demás.
La televisión ha tenido una importancia sustancial en esto. Es intrínsecamente un instrumento de aislamiento. Salvo que vayas a un bar a ver un combate de boxeo, te sientas solo frente al televisor y tu vecino se sienta solo frente al suyo, e incluso en un país como Estados Unidos, donde hay un televisor en cada habitación, cada miembro de la familia se sienta solo delante del televisor y es entonces cuando la gente está realmente aislada. Su posibilidad de consultar con sus vecinos es muy escasa. (…)

(…) Así que es preciso controlar la “mente pública”, tal como lo reconoció el sector empresarial a principios de siglo, haciéndose eco de ideas que se remontan a cientos de años atrás. Es necesario controlar el pensamiento y la opinión, y destruir en la comunidad y en el lugar de trabajo las organizaciones que podrían proporcionar oportunidades e influencia a la gente que no conviene que las tengan. Estas organizaciones permiten que personas con recursos limitados se unan para defender sus objetivos y proyectos, o incluso para llegar a entenderlos. Los individuos deben estar solos, enfrentándose al poder centralizado y a los sistemas de información de forma aislada, para que no puedan participar de un modo significativo en la administración de los asuntos públicos. El ideal es que cada individuo sea un receptor aislado de propaganda, solo frente al televisor, desvalido ante dos fuerzas externas y hostiles: el gobierno y el sector privado, con su derecho sagrado a decidir el carácter básico de la vida social. La segunda de éstas fuerzas debe estar, además, velada: sus derechos y su poder no sólo han de ser indiscutibles sino invisibles, parte del orden natural de las cosas.


Sólo añado que éstas líneas fueron escritas antes de la aparición del mp3, mp4, celular, etc. You do the math....